La transición: ¿un laberinto?
VENEZUELA | Por Ayelén Correa – Llevo varios meses aportando a un nuevo espacio de trabajo, es una empresa del Estado venezolano. Comencé haciendo formación política a sus trabajadoras y trabajadores, pero ahora también hago un poco de prensa y comunicación.
La empresa se creó en 2011, casualmente en un convenio de transferencia tecnológica con Argentina. Por esos años, hubo muchas de esas alianzas en el marco de los procesos de integración latinoamericana y con países emergentes.
El objetivo del convenio de 2011 era instalar una planta procesadora de alimentos: papa congelada para hacer papas fritas y ensaladas preparadas. La inversión fue tremenda y la planta es hermosa (aunque no tengo conocimiento técnico de agroindustria ni de línea de producción ni de túneles de congelamiento). Hubo ingenieros e ingenieras argentinas durante varios meses capacitando a las venezolanas/as y la inauguración se hizo con una video conferencia con Chávez y Cristina Fernández en Argentina, el 5 de diciembre de 2011.
Hasta aquí todo bien, fue la época de las vacas gordas para la Venezuela bolivariana. Su principal ingreso de divisas (dólares) es -y ha sido desde la década del 20 del siglo pasado- la exportación de petróleo. En esos años los precios internacionales del petróleo rondaban entre 80 y 100 dólares. Chávez, como dirección política de la Revolución Bolivariana, realizó miles de acciones, grandes y pequeñas, para desarrollar el aparato productivo-industrial nacional, invirtiendo todos esos dólares en unidades de producción familiar, en grandes empresas públicas, subencionando al sector privado, a las pequeñas y medianas empresas, las empresas de propiedad social o del poder popular. Millones de millones de dólares destinados para eso. Uno y mil intentos para lograr eso. Era un sueño. Porque no se trata solamente de ser una economía capitalista dependiente de las economías centrales, Venezuela enfrenta el gran desafío de transformar toda una cultura del vivir, donde las relaciones, identidad y sujetos y sujetas sociales, se han construido a partir de no hacer por ellos mismos, sino de utilizar parasitariamente la liquidez monetaria (los dólares) del Estado.
El petróleo lleva apenas 40 años en propiedad del Estado venezolano, desde 1976. Dependiendo los proyectos de país, fue una transferencia directa de dólares al sector privado, una fuga de capitales al exterior, el enrriquecimiento de la meritocracia de la llamada “gente del petróleo” (que tuvo como contracara el empobrecimiento de las grandes mayorías del pueblo). En los años del proyecto de la Revolución Bolivariana se dividió por un lado, entre la transferencia a las comunidades organizadas con la creación de leyes, fondos e instituciones que establecen cuál es el porcentaje de los ingresos del petróleo (renta petrolera) a redistribuir, de acuerdo a las inequidades sociales y territoriales. Del otro lado, fue la fuente de financiamiento para que el Estado venezolano pueda dignificar al pueblo con acceso a derechos económicos, sociales y culturales esenciales. Desproporcionados, en algunos casos. Sin seguimiento y control social, en otros. Pero las cifras de organismos internacionales como UNICEF, CEPAL, etc. dan cuenta de la transformación cualitativa en las condiciones de vida de miles de personas, con la presencia de un Gran Estado, pero sin modificar las relaciones estructurales de desigualdad.
Entre esos miles de intentos promovidos desde el gobierno bolivariano, nació la empresa en la que me estoy desempeñando. Porque los compañeros y compañeras sabían, como sabemos nosotras/os, el pueblo organizado, que se necesita urgentemente desarrollar la transformación de materias primas para alimentos en el territorio nacional.
Una empresa pública que instaló su maquinaria para procesar una papa que no produce. Que a posteriori habría que fomentar su siembra y esperar la cosecha, o buscar dólares para importar la papa a los países que sí poseen productividad. En Venezuela se producen muchos tipos de papa pero hicimos una planta procesadora que no puede utilizar esas que trabajan nuestros campesinos y campesinas. ¿Por qué?
Una empresa que instaló su maquinaria y capacitó a sus trabajadoros y trabajadoras para preparar menús dietéticos de ensaladas verdes, cuando la dieta promedio de cualquier venezolano/a no come ensalada sola ni que esté naufragado/a en una isla desierta y desesperado de hambre. Porque culturalmente, además de ensalada tienen que comer arroz, plátano, granos y mucha fritura. Hicimos una planta que produce alimentos sin considerar los gustos y hábitos de nuestra población. ¿Por qué?
Una empresa “socialista” que requiere ser rentable para garantizar su sustentabilidad, pero que no tiene ni oficina ni área ni gerencia de ventas o comercialización. ¿Por qué? Es que la economía venezolana, la pública y la privada, se ha acostumbrado a una economía subsidiada permanente y grotescamente por el Estado venezolano. Entonces no tendría que preocuparse por funcionar por sí misma porque el Estado le daría todo para funcionar. Se ha acostumbrado a la inyección constante de dinero, producto de los ingresos petroleros. Recordemos, por favor, que Venezuela es el país con mayor reserva de crudo comprobada en el mundo. Es decir, se tiene la seguridad (¿existe algún tipo de seguridad en el sistema capitalista?) de que siempre habrá ingresos de la exportación del petróleo para hacer y resolver cualquier cosa. Por ende, el sector privado pide y pide acceso a dólares al Estado, que después no invierte en la producción nacional o que sí invierte pero desvía a las redes de contrabando de alimentos o se suma al acaparamiento y desabastecimiento para el consumo. El sector público, por su parte, espera que el “Gran Estado Proveedor” nos haga llover capital.
Sobran historias de grandes y pequeñas empresas públicas que no fomentan el encadenamiento productivo nacional, esperando los dólares del Estado para comprar todo todito afuera y no desarrollar la agroindustria y la producción nacional. Sobran historias de créditos millonarios que nunca se invirtieron para lo que fueron solicitados, otras tantas que se invirtieron pero que no tuvieron ningún tipo de acompañamiento técnico para su desarrollo y sostenibilidad.
La derecha va a decir que es el socialismo, que no funcionó, que fracazó, que los y las chavistas no quieren trabajar, que viven del gobierno, que son corruptos.
Los y las chavistas obsecuentes van a decir que la culpa es de la oligarquía y del monopolio empresario de Alimentos Polar.
Las chavistas disidentes decimos que es un problema estructural, que hay que eliminar la división social y sexual del trabajo, que lo que estamos haciendo son ensayos para transitar al socialismo y que todavía nos queda un largo trecho.
Los y las chavistas oficiales dirán que tienen un listado larguísimo de empresas privadas y fantasmas que pidieron dólares y estafaron al Estado, es decir, a todas las venezolanas y venezolanos. Pero como desde 2014 nos dicen que la van a mostrar públicamente y nada, ya no hay certezas de que la socialización de esa información sea buena para alguien (¿Quiénes están en ese listado? ¿Y por qué no se hace público?).
Otra gente, la mayoría, ya no va a decir nada y va a ocuparse por su humanidad esencial, por tener plata para el bondi para ir a trabajar y real para la cena.
¿Se equivocó el proyecto de la Revolución Bolivariana? ¿Se equivocó Chávez? Seguro, todas y todos nos equivocamos, pero la cultura del rentismo petrolero no se supera con un gobierno ni con unas dirigentes (equivocados/as o no). Si es difícil salir del capitalismo, imagínense ustedes, salir del rentismo petrolero, que es la explotación del ser humano por el ser humano a su máxima expresión; la captación de la plusvalía internacional, la captación del esfuerzo de los pueblos del mundo. Que nos enseñó que lo único que tenemos que hacer es “intermediar” para recibir un beneficio. Tenemos entonces, miles de personas que han educado su cultura del trabajo no en el trabajo productivo, liberador, sino en la usura, en aplicar “mi parte” sin aportar “ninguna parte”.
Evidentemente, este escenario no fue descubierto por mi, es algo que ha venido mostrando nuestra historia en Venezuela, toda vez que el Estado de la Revolución Bolivariana es hacedor y dinamizador de todos los procesos sociconómicos, con inversiones millonarias que hacen posible el funcionamiento de la economía. Llega la alarma durante el año 2015 y 2016, cuando los precios internacionales del petróleo bajaron abruptamente y: ¡-Oh! El Estado ve disminuido su ingreso por exportaciones de crudo en un 87% durante el año pasado (según cifras oficiales) y no pueden seguir comprando afuera gran parte de lo que podría hacerse adentro. Después vinieron los convenios (préstamos) con China y Rusia, pero ese es otro cuento.
En el marco de esta tremenda disminución de sus ingresos, el Estado venezolano se puso a revisar procesos, buscar eficiencia y rendimiento, redireccionar bienes de capital (máquinas, vehículos, infraestructura en general) subutilizados, activar (sin recursos) unidades de producción abandonadas.
En eso estamos y estoy aprendiendo mucho sobre cómo hacer la Revolución en la realidad que tenemos, la de todos los días y con las personas reales, colonizadas, es cierto, sin voluntad de organizarse con otros y otras para superar sus debilidades individuales, también es cierto. Sin la formación ideológica ni la disciplina orgánica, es verdad. Pero ese mismo es nuestro pueblo del mundo que nos liberará.
Requerimos de nuevas mediaciones y procesos de acción y reflexión, necesitamos urgentemente una vanguardia humilde, disciplinada y solidaria con sus compañeros y compañeras de lucha, sin barreras de género, clase o raza. Deseo y milito porque la baja en el precio del petróleo nos ayude en el posicionamiento de nuevas relaciones socioproductivas. Deseo y milito porque no olvidemos nuestra historia cuando la opulencia de verdes vuelva a regir nuestras economía.
Ayelén Correa correayelen@gmail.com
Febrero 2017
Excelente articulo
Una acertada y bastante completa mirada a la realidad productiva (?!) venezolana, donde parece que el relanzamiento, el reimpulso y la reactivación son palabras de moda, sin conocer muy bien cuando lanzaron, impulsaron o activaron algún hecho productivo de contundencia y desarrollo social. Muchas cosas para analizar, cuestionar y cuestionarnos en el hacer.