Un llamado a la cordura

GUATEMALA | Por‭ ‬Carolina Vásquez Araya – Cuando perdemos la capacidad de comprender al otro,‭ ‬hemos perdido también todo sentido de comunidad. Vivo conectada a las redes sociales.‭ ‬Se ha transformado en un escenario paralelo que fluye simultáneo y cercano,‭ ‬pero a la vez‭ ‬inalcanzable.‭ ‬En esos espacios todo sucede:‭ ‬las frustraciones,‭ ‬las alegrías,‭ ‬sentimientos‭ ‬íntimos,‭ ‬acontecimientos importantes de personas desconocidas‭;‬ y aquellas nimiedades‭…‬ esas insignificancias absurdas que no merecen ser compartidas.‭

‬Todo adquiere un‭ ‬tono de realismo imposible de comprobar,‭ ‬pero rebota y se multiplica inevitable y constante en la línea del tiempo. Pertenezco a esa generación de las cosas concretas,‭ ‬reales,‭ ‬que se podían tocar y cuya existencia era innegable.‭ ‬El teléfono era un aparato‭ ‬para transmitir el sonido de la voz humana y estaba conectado por medio de cables y postes y centros de control,‭ ‬construidos de materiales tangibles.‭ ‬A quienes vienen conmigo en este viaje‭ ‬les ha tocado el inmenso privilegio de vivir el salto tecnológico y,‭ ‬con algunas excepciones,‭ ‬adaptarse a‭ ‬él.‭ ‬Poco a poco,‭ ‬hemos ido asumiendo estas nuevas formas de comunicación hasta fundirnos del todo en el nuevo modelo.
Esta reflexión,‭ ‬sin embargo,‭ ‬viene a colación para llamar la atención sobre la dicotomía entre los‭ ‬grandes avances de la tecnología y la ciencia con la creciente pobreza cultural‭ ‬convertida en un sello de las nuevas generaciones.‭ ‬Aun cuando el título alude al lenguaje,‭ ‬mi‭ ‬pensamiento‭ ‬se dirige a aquellas formas de comunicación no verbales,‭ ‬a los gestos y modos,‭ ‬a la progresiva pérdida de calidad humana de una sociedad cuyo objetivo principal está centrado en el bienestar individual,‭ ‬muchas veces‭ ‬–demasiadas,‭ ‬quizá-‭ ‬obtenido a costas del colectivo.
Lo veo en la calle,‭ ‬en los medios,‭ ‬en las redes sociales,‭ ‬aun cuando en estas‭ ‬últimas suele predominar un cierto protocolo de cortesía.‭ ‬Es esa caída vertiginosa hacia un estado de violencia como no se había visto antes‭; ‬la rabia y la frustración transformadas en actos de agresión,‭ ‬en asesinatos a mansalva,‭ ‬en femicidio y en un incontenible y constante abuso contra la niñez.‭ ‬Es la pérdida de control sobre los impulsos‭ ‬más primarios del ser humano y una tolerancia general hacia estas manifestaciones de odio,‭ ‬manifestada por medio de la pérdida del más esencial sentido de comunidad,‭ ‬componente indispensable para la supervivencia.
El lenguaje social nos indica cuán bajo hemos caído en la preservación de nuestra integridad como entes conectados en un entramado de valores colectivos.‭ ‬Nos hemos aislado para no saber del otro,‭ ‬para ignorar cuán cerca tenemos la experiencia de la pérdida.‭ ‬Salimos de una larga etapa de oscurantismo pero‭ ‬nunca nos libramos‭ ‬de la venda sobre los ojos.‭ ‬De ese modo evitamos el compromiso de asumir el desafío de buscar caminos hacia la integración social,‭ ‬hacia la búsqueda de objetivos comunes y hacia la consolidación de una democracia débil y moribunda.‭
No solo toleramos el abuso,‭ ‬también intentamos justificarlo cuando afecta a‭ ‬seres más débiles y vulnerables.‭ ‬Para ello usamos un discurso delator de nuestra falta de empatía con los menos privilegiados,‭ ‬pero también de la profunda ignorancia sobre los motivos que han llevado a una parte de la sociedad a perder la ruta e internarse en‭ ‬el crimen para sobrevivir.‭
Nuestro lenguaje no ha perdido nada de su esencia racista,‭ ‬expresado de formas múltiples:‭ ‬desde la rudeza del insulto hasta la sutileza diplomática de la falsa generosidad.‭ ‬Nos creemos buenos por naturaleza y desde esa plataforma juzgamos y condenamos a otros,‭ ‬sin la menor idea de la distancia astral entre ambas realidades porque hemos perdido la capacidad de empatía,‭ ‬cualidad indispensable para vivir la sociedad y construirla‭ ‬cada día‭ ‬desde la nobleza‭ ‬de la comprensión.

Elquintopatio@gmail.com
Blog de la autora‭ ‬http://www.carolinavasquezaraya.com

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